Aunque los más conocidos son los refrescos de cola, englobamos en esta lista todo tipo de gaseosas y limonadas comerciales “refrescos con burbujas”, así como otras bebidas sin burbujas, pero también pertenecientes al grupo de los refrescos (Nestea, Aquarius, etc…), y las archiconocidas bebidas revitalizantes del tipo RedBull. A pesar de llevar siempre asociados anuncios comerciales donde se observan familias, deportistas y gente con hábitos saludables, el resumen de todas las bebidas sería lo siguiente: AZÚCARES + ÁCIDOS. No nos dejemos engañar por complementos con nombres como “light o zero” que sólo indican que el contenido de azúcar debería estar reducido, o ser inexistente, si bien, los ácidos y demás compuestos poco saludables de estos productos siguen presentes en su composición.
Una lata de refresco de 330ml ----------- 39 gramos de azúcar (10 terrones de azúcar).
Obviamente, en este artículo nos centraremos en sus efectos sobre los dientes, pero está totalmente demostrado su asociación con enfermedades como la diabetes y la obesidad, que desgraciadamente están cada vez más presentes en nuestros niños.
Numerosos estudios concluyen que aquellas bebidas con mayores concentraciones de ácido son más destructivas para el esmalte del diente (lo que vemos por fuera), y será el principal afectado por el consumo de este tipo de refrescos.
La ingesta de estas bebidas produce un deterioro dental por la desmineralización de los tejidos duros, ocasionando una mayor incidencia de caries. La composición de la solución carbonatada contiene ácido fosfórico, el cual actúa directamente sobre el esmalte y la dentina, dando como resultado un deterioro irreversible de estas dos capas protectoras, lo que quiere decir que cuanto mayor sea la exposición al ácido mayor será el riesgo de corrosión del diente. Todas las bebidas carbonatadas contienen una sustancia llamada ácido carbónico, que es lo que potencia su poder aditivo.
Este tipo de bebidas contienen ingredientes altamente dañinos como distintos tipos de azúcares, ácidos que dependen de la marca, entre ellos ácido carbónico, ácido fosfórico, ácido cítrico, ácido málico, ácido tartárico, etc... Esto hace que el pH promedio de este tipo de bebidas sea de 3,11, lo cual es 2,39 veces menor que el punto crítico del esmalte dental (a estos niveles de ácido el esmalte se deteriora) y estos ácidos van a actuar casi inmediatamente desde el contacto con los dientes. Cuando el pH baja a estos niveles, el diente se desmineraliza y se hace más susceptible a la caries.
Las superficies erosionadas, al igual que los materiales no pulidos, presentan una textura superficial rugosa, que favorece la retención de placa bacteriana, aumentando aún más los efectos negativos asociados.